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Décimo álbum de estudio de quienes ya sonaban de lujo en los ochenta, y resulta que todo sigue en su sitio. La misma pegada, la misma exigencia. Anacrónicos y eternamente fuera de lugar, lo suyo siempre ha sido ir de frente haciendo justicia a un bagaje que ahonda en las raíces del rock primigenio.

Heterogéneo y muy digno es este “La vida es fuego”, el regreso formal de los clásicos más incisivos de nuestro rock.

(Bruno Corrales / Mondo Sonoro)